En agosto de 1994, visité África, específicamente Kenia, por primera vez. Allí, compartí el mensaje con las personas reunidas en un gran campo deportivo. Mi corazón se llenó de un profundo deseo de predicar el evangelio a aquellas personas que, a pesar de su pobreza, estaban dispuestas a ayunar durante el almuerzo para ofrecer sus donativos, anhelando recibir bendiciones. Sentía una intensa pasión por dejar todo atrás y dedicarme por completo a ir a Kenia.
«He venido a mostrarles a los kenianos que Dios está vivo.»
En noviembre de 1994, enviamos a dos misioneros a Kenia. En aquel tiempo, en Kenia no se podía realizar actividades religiosas sin estar registrado oficialmente como una organización religiosa. Fue entonces cuando el pastor Gitonga, líder de una gran denominación en Kenia, permitió que nuestros misioneros trabajaran bajo el amparo de su denominación.
Cuando visité Kenia nuevamente en agosto de 1995, conocí al pastor Gitonga por primera vez. Antes del encuentro, los misioneros me habían contado que él esperaba una compensación económica por permitirles realizar actividades misioneras bajo su denominación. Me explicaron que si rechazábamos su petición, él declararía que los misioneros no pertenecían a su organización, lo que los expondría a ser expulsados de inmediato.
Les dije a los misioneros: «Si ustedes vinieron a Kenia bajo la voluntad de Dios, ¿quién puede expulsarlos de aquí?» Luego, fui a reunirme con el pastor Gitonga. En la reunión había más de diez pastores presentes. El pastor Gitonga tomó la palabra.
«Es un honor y una alegría conocer al gran pastor Ock Soo Park. Los dos misioneros enviados por la Misión Buenas Nuevas son realmente excepcionales, y hemos mantenido una buena relación. Actualmente, estamos construyendo un templo por la gracia de Dios, pero necesitamos 350,000 dólares para terminarlo. Además, estamos llevando a cabo un proyecto para ayudar a los pobres, lo que requiere otros 150,000 dólares. Agradeceríamos mucho su apoyo mientras oran por nosotros.»
No teníamos esa cantidad de dinero, y aunque la tuviéramos, no estaba en mi corazón entregarla. Entonces respondí:
«No vine a Kenia para traer dinero. Vine para mostrarles a los kenianos que Dios está vivo. Vamos a obtener el registro religioso. Aunque haya oposición, lo conseguiremos y mostraremos claramente que Dios está vivo.»
En ese momento, les compartí a todos cómo Dios nos había ayudado en diversas ocasiones. Luego salí de allí y viajé a un pueblo rural llamado Migori, donde comencé a predicar el evangelio en el mercado. Me llenó de gratitud ver cómo las personas escuchaban atentamente.
Mientras tanto, en Nairobi, la policía llegó a nuestra iglesia con la intención de deportar a los dos misioneros. Al no encontrarlos, detuvieron a un joven que estaba cuidando el lugar. Este joven tenía un pariente mayor llamado señor Mugabana, un alto funcionario del gobierno. Él había leído uno de mis libros y se había conmovido profundamente, lo que había abierto su corazón hacia nuestra misión. Al enterarse de lo sucedido, se movilizó para ayudarnos. Preparó todos los documentos necesarios y los presentó en la oficina de registros religiosos.
Finalmente, en marzo de 1996, unos meses después, recibimos milagrosamente el certificado de registro religioso. Fue un regalo precioso de parte de Dios, una muestra de su fidelidad y su mano guiando todo.
Después de eso, el pastor Gitonga dedicó su corazón a apoyarnos en nuestra labor.
El tiempo pasó, y en 2012 tuve la oportunidad de visitar Kenia nuevamente para asistir a la ceremonia de graduación del Mahanaim Bible College, administrado por nuestra iglesia. En esa ocasión, el pastor Gitonga también estuvo presente. Con un corazón arrepentido, me confesó su equivocación. Yo lo recibí con los brazos abiertos y le propuse trabajar juntos. Desde entonces, el pastor Gitonga puso todo su esfuerzo en respaldar nuestro trabajo con gran dedicación.
En 2014, durante el evento conmemorativo por el vigésimo aniversario de la misión en África, el pastor Gitonga habló a las personas allí reunidas y dijo:
«Yo seguiré al pastor Ock Soo Park. Ustedes síganme a mí, y Kenia será bendecida.»
Recientemente, en ocasión del trigésimo aniversario de la misión en África, regresé a Kenia. Ante decenas de miles de personas, prediqué el evangelio sobre cómo la sangre de Jesús lavó nuestros pecados y nos hizo justos. Compartí sobre el amor de Dios, quien envió a Jesús al mundo para salvarnos, aun cuando estábamos destinados a la destrucción.
Muchas veces, no logramos superar las dificultades y nos detenemos porque nos aferramos a nuestros propios pensamientos. Pero cuando pensamos en Dios, su luz entra en nuestro corazón, expulsando las preocupaciones y temores. Es entonces cuando Dios obra, transformando nuestras dificultades en motivos de gratitud.
Agradezco profundamente a Dios, quien camina con nosotros, nos da la victoria sobre cualquier desafío y realiza poderosamente la obra del evangelio en todo el mundo.